El día que decidí partir de Venezuela

 


Era un 31 de diciembre de 2017, me encontraba disfrutando en familia, bailando, comiendo, y bebiendo. Como todo fin de año, no podía faltar la gran pregunta de todos los años...  ¿Qué vamos hacer para éste nuevo año? El año que quedaba atrás fue difícil vivirlo, soy venezolana, y como todos saben la dura situación política, social y económica del país que impide tener una calidad de vida, y el año entrante se pintaba peor.

                El 1 de Enero de 2018, decidí emigrar con mi hija. Buscamos diferentes países, averiguamos de ellos y escogimos a Perú. Se preguntaran ¿por qué Perú? Porque era nuestro destino. El 18 de marzo de ése mismo año, salimos de mi ciudad por carretera rumbo al destino que decidimos. Al llegar a San Antonio, encontramos al primer Ángel, un chico de los que trabajaban en una agencia de viaje, se nos presentó y nos ofreció sus servicios. Yo estaba algo recelosa y cerrada a conversar con él, por todas las cosas que ya había leído en las redes sociales de los “asistentes de viajes”. Hasta que el chico se acercó y me dijo, confía en mí, su voz me tocó el corazón, y así fue que nos ayudó en todo lo que necesitamos para llegar a Cúcuta (el cruce del puente Simón Bolívar, llevar las maletas, sellar los pasaportes de salida de Venezuela) y luego a la agencia donde compramos el  pasaje en bus que nos llevaría hasta la frontera con Ecuador. Luego de terminar con los trámites busqué al chico para agradecerle y no lo vi más. El Ángel que nos mandó Dios, ya había cumplido su labor. Dejarnos sanas y salva para continuar nuestro destino.

Esperando el bus, se nos presentó el segundo Ángel, un señor muy amable, que también dejaba a Venezuela por la misma situación. Su destino era Ecuador. El señor nos ayudó  con las maletas, nos compró comida para almorzar y nos dio un poco más para que lleváramos en el  viaje, nosotras íbamos con poco dinero, solo para comprar lo necesario.  En el viaje mi hija se enfermó, deliraba por la fiebre que tenía y temblaba, asustada solo le pedía a Dios que me la curara. Llegamos a Rumichaca, frontera con Colombia y Ecuador. En migración de Ecuador, había una cola con más de 1.500 personas, esperando para que le entregaran un número que permitía entrar a sellar el pasaporte y poder cruzar la frontera. Cuando caminamos y veía que no terminaba la cola, sentí  tanto miedo y ganas de llorar que pensé que allí pasaríamos la noche o tal vez dos. El frío estaba a 7º y mi hija enferma. Le pedía tanto a Dios que nos ayudara a salir de allí ese mismo día.. Pues les cuento, conocimos a un grupo de Ángeles, el tercero que Dios nos mandó. Permitieron que nos uniéramos a ellos y nos tocaron los números 98 y 99. Hicimos un gran grupo, compartimos historias, abrigos, café y comida. A los días de viaje, mi hija se recuperó, pero se sentía débil todavía.  Al séptimo día de viaje a las 7:30 am, llegamos al Terminal del Norte de Lima, Perú, nuestro destino sin conocer nada, un nuevo País para nosotras….



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